Las distopías de Orwell y Huxley

Las obras literarias sobre un futuro político que podría estar cada vez más cerca

Neil Postman vislumbró el futuro apocalíptico de George Orwell, y en 1985, un solo año después de este presunto futuro, publicó `Amusing Ourselves to Death: Public discourse in the age of show business´ en el que aparecían las famosas viñetas sobre las principales diferencias entre ambas novelas. Voy a perpetuar las eternas comparaciones entre las obras literarias: 1984 de George Orwell y Un Mundo feliz de Aldous Huxley. Aunque comparten escenario – un Londres futuro en el que el sistema domina a los habitantes – y tema – ¿cómo escapar a esto? – divergen en más de lo que parece a priori.

En octubre del año siguiente a la publicación de 1984Orwell recibe la prometedora carta de A. Huxley donde ya surge la comparación de ambas novelas, y nada menos que entre los propios autores. El escritor de Un Mundo Feliz, entre otras cosas, insinuaba que su novela retrataba mejor en qué podrían convertirse las cosas en ese futuro que se les echaba encima. Añadía, que su obra parecía mostrar un escenario posterior y resultante al Londres turbulento de Orwell. Después de la dominación e implantación de normas, la gente las aceptaría y disolvería cualquier oportunidad de remover el sistema. Ahí estaba la diferencia básica fundamental de estos dos mundos futuros, cómo sería el sistema que conseguiría dominarnos.  

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Ciudadanos inestables

Huxley suscribió la necesidad de la estabilidad de la que partía el universo de 1984. Era el logro de su civilización: todo el mundo vive tranquilo de que sus propósitos se cumplirán. Si el deseo se consuma, no aparece la emoción. El temido sentimiento es el motor que puede destruir el orden establecido. Pero no resulta muy complicado vivir conforme si la conformidad corre por tus venas. En el 632 de la Era Fordiana, los humanos seríamos modificados genéticamente para que nuestro funcionamiento dentro de la sociedad fuese totalmente efectivo. En la esfera contraria, se encuentran los salvajes, ciudadanos de malpaís, que resultan un mero experimento sociológico mantenido por el propio sistema para concienciar a los ciudadanos de cómo era la vida antes. Este punto es curioso, la única muestra de qué hubo antes de este sistema. En 1984, la conformidad en el sistema viene de otra fuente. La continua desinformación. Con los archivos borrados, solo quedan algunos objetos escondidos y viejos recuerdos de cómo solía ser el mundo. Nadie es capaz de poner en pie cuándo comenzó la guerra, ni contra quién se lucha. La confianza es absoluta en el poder, y en que dicho poder ordena según la verdad. En ambos se resalta esta idea: Odiamos el Pasado.

Las clases sociales de 1984 nos resultan más conocidas. Las clases pertenecientes al entorno del partido y la clase inferior, los proles, cercanos a la tradición, preservadores de los viejos objetos. Son precisamente éstos, a ojos del protagonista -¿y del autor? – los que parecen poder encender la llama que acabe con el sistema. Aquí es donde aparece un concepto terriblemente actual, la posverdad, que a resumidas cuentas nos dice que en la era del posmodernismo conocer la verdad sobre un acontecimiento ha dejado de ser importante. No precisamente importante, pero sí fundamental. Nos vale más la emoción que surja de lo dicho que si lo dicho es del todo verídico. La objetividad no es solo criticada, la objetividad ha muerto.“Tú crees que la realidad es algo objetivo, externo, que existe por derecho propio. También crees que la naturaleza de la realidad es evidente por sí misma. Cuando te engañas y crees que has visto algo, das por sentado que todo el mundo lo ve. Pero te aseguro Winston, que la realidad no es externa. La realidad existe solo en la imaginación. Aunque no en la imaginación individual, que es falible y perecedera, sino en la del Partido, que es colectiva e inmortal”.  Extracto de 1984, G. Orwell. 

Tolerancia a la violencia y el `no efecto´

¿Cómo la guerra cambia a las personas de un país? ¿Y cómo las cambia, si la guerra es permanente? Frente al estado de paz, o no conflicto, de Huxley, George Orwell apuntó que un conflicto constante con el enemigo, cualquier enemigo, modifica la conducta de sus habitantes. Más tarde comentaremos cómo la guerra puede ser el motor de la industria y economía de un país, pero por ahora, solo hablamos de las personas. Y es que los individuos se unen ante el enemigo, no importa cuál, es más, cambian de enemigo cada tantos años y apenas nadie lo recuerda, tampoco es que dejen archivos para conocer la historia, pero hablamos de la importancia que la clase política ha dado a lo largo de la historia para condicionar a las personas mediante el terror. El terror de pensar que los de ahí fuera son enemigos. ¿Y dónde es el ahí fuera? Pues si bien en 1984 encontramos tres continentes bien diferenciados, en el futuro ficticio de Huxley parece que no existen divisiones entre países o continentes. Es cierto que Islandia se ha convertido en un lugar poco apetecible al que mudarte, pero no parece haber más inconvenientes para poder viajar a tus anchas. “He comido civilización…. Me ha envenenado. Estaba manchado”. Extracto de Un Mundo Feliz, A. Huxley

 

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El soma y el dolor

El soma, canción de The Strokes, droga que toman, y con bastante frecuencia, aparta las preocupaciones de los habitantes de la Era Fordiana. Parece sencillo. Sin embargo, a lo largo de Un mundo Feliz comienzamos a ver que lo que elimina es más bien cualquier sensación no controlable. Volvemos al miedo a los sentimientos. Les habría venido bien a los estresados habitantes del Londres ficticia de Orwell, no sólo durante la Semana del Odio, sino para poder sobrevivir a tantas normas establecidas.“En aquel lugar era imposible sentir nada que no fuera dolor y la anticipación del dolor”. Un Mundo Feliz

La esperanza de la resistencia

La posibilidad de derrumbar el sistema se mantiene en el aire durante toda la obra de Orwell. La oportunidad de un subgrupo, clandestino, de resistentes que pelean en la sombra porque se restablezca una sociedad sin dominantes que, además, escriben un libro, El Libro, y lo distribuyen entre los nuevos adeptos para contribuir a que se conozca cómo funciona el sistema. Es precisamente lo que parece mantener cuerdo al protagonista de la historia. No obstante, con Huxley, desconozco si es por el cambio de visión del primer protagonista a la del salvaje, por el que este deseo parece truncado desde el inicio. Si bien ciertos habitantes muestran, aunque con cautela, sus discrepancias con ciertos aspectos de la sociedad, cuando entra la visión de John, parece que nadie se ha preguntado lo suficiente sobre cómo se fría se ha vuelto la vida. Además todos parecen más relajados, por el soma, y el terror parece no estar presente. Todos conformes con la no resistencia. No se te obliga a ejercer tu trabajo, naces con tu oficio predeterminado. La resistencia parece hundirse frente a los personajes que critican el sistema pero que rara vez sucumben a los riesgo de modificar nada. El sistema se adapta, se contradice y crea nuevos métodos para eliminar a cualquiera que pueda contrariar la doctrina única. “El secreto de la felicidad y la virtud: amar lo que hay obligación de hacer” Un mundo feliz.

Consumamos

Es imprescindible mantener ambos países, eso está claro. Y en ambos es la industria el único motor económico. Ambas novelas se escribieron durante el siglo XX, olvidémonos del sector servicios, impera la fabricación en serie. Y alrededor de esto, crear y seguir creando, los autores inventan todo un sistema para que la maquinaria siga funcionando. La guerra es fundamental en 1984, todos los productos están vinculados al abastecimiento de la guerra: a soportarla, a vencerla. Aunque no acaba nunca. Ya lo descubriréis. “Ya se verá que la guerra no solo permite la necesaria destrucción, sino que lo hace de un modo psicológicamente aceptable” 1984.

Con Huxley, la paz implica eterno consumo. Se basan en “la ética y la filosofía del subconsumo”. En no aprovechar nada, ningún producto puede tener un segundo uso. Todo pasa de moda y todo queda inservible. `Vale más desechar que tener que remendar´, una de las lecciones vitales que repiten los ciudadanos como respuesta ligera al planteamiento de cualquier dilema. “El retorno a la cultura. Sí, sí a la cultura. Pero no se consume gran cosa cuando se pasa uno las horas leyendo”. “El amor a la Naturaleza no da trabajo en las fábricas”. Un Mundo Feliz

Y dónde queda la libertad…

Es difícil terminar ambas novelas y sentirte esperanzado, ¿no es cierto? No nos lo ponen nada fácil. Ahí está la estrategia, y la pelea de los lectores, en decidir en cuál de los dos futuros Londres nos encontramos más representados, qué nos suena más familiar. Es imposible tener libertad en 1984, porque el Partido te vigila, te observa de cerca, te impide desviarte de la línea recta. Y en Un Mundo Feliz, bueno, en este mundo feliz la felicidad parece parada, estancada y aburrida. “Los discursos sobre la libertad del individuo. La libertad de no servir para nada y ser desgraciado. La libertad de ser como una clavija redonda en un agujero cuadrado” Un mundo feliz.

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